EQUIPO MONTAÑEROS VIAJEROS
¡HOLA!
Somos Jorge y Jeni, una pareja de aventureros que decidió un buen día de febrero de 2017, en un ataque de cordura, hacerse el mayor regalo que podían imaginar: el mundo.
Cumplir un sueño que sabía a aventura y olía a lugares lejanos.
Ese sueño nos llevó a recorrer 15 países durante 2 años por 3 continentes.
Recorrimos, sin prisas, Sri Lanka, Nepal, India, Indonesia, Singapur, Myanmar, Filipinas, Malasia, Nueva Zelanda, Argentina, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia.
Para ello empleamos todo tipo de transportes de lo más variopintos (autobuses locales cochambrosos con cabras en el techo, trenes de más de 30 horas, un tuktuk propio, varias motocicletas, viviendo 2 meses en un coche, caminando largas distancias, autoestop, mototaxis, jeepneys, barcos en los que durmieron en la cubierta durante toda una noche acompañados de cerdos, caballos y gallinas, kayaks, canoas…).
Para nosotros la aventura es cultura y un gran maestro. Pensamos que el día que uno abandona la aventura comienza a envejecer. Comienza a morir.
Amamos los trekkings y recorremos las montañas de todo el mundo haciendo travesías de varios días o semanas.
Perseguimos la vida simple. Las cosas sencillas pero intensas. Comida, agua, fuego, viento, aire (siempre libre), el cielo, el mar, un río… Por eso preferimos una minúscula tienda de campaña a una enorme cama de matrimonio.
Y eso se refleja en nuestro estilo de viaje. Siempre intentamos alejarnos de los hoteles y acercarnos a las personas y la naturaleza.
Todo esto nos llevó a recorrer los Annapurnas en Nepal durante 25 días seguidos caminando. Aquí protagonizamos el rescate de una chica indonesia que se había perdido a más de 4.000 m de altitud.
Meses después descubrimos, al recibir la invitación para un boda musulmana en Indonesia, que el novio de esa chica, al pensar que la había perdido para siempre se dio cuenta de lo mucho que la quería, estalló en lágrimas al recuperarla y le pidió matrimonio ese mismo día. Nos dijeron que esa boda no hubiera existido sin nuestra ayuda.
Durante un trekking de 3 días por la selva de Chitwan, hogar del tigre de Bengala y con la única compañía de un guía armado con un palo de bambú, tuvimos que subirnos corriendo a un árbol para evitar el ataque de un rinoceronte.
Convivimos con más de 40 macacos y langures que cuidamos durante un mes y medio en un centro de rescate de primates en India.
Conocimos a los “guardianes del coral” en la isla de Sumbawa y les ayudamos a trasplantar corales rotos sumergiéndonos a pulmón para tratar de recuperar los arrecifes que peligran.
Recorrimos durante 2 meses en moto y precarios ferrys llenos de animales 5 islas de Indonesia hasta llegar a la isla de Sumba una de las más pobres y olvidadas por el gobierno de Jakarta.
Un lugar no muy “visitable” según los baremos turísticos con aldeas formadas por unas casas hechas de madera y paja esparcidas a lo largo y ancho de la isla que viven aún en la edad de bronce con tradiciones difíciles de imaginar.
Conseguimos dormir 2 días con ellos compartiendo cabaña aunque para ello tuvimos que aprender Bahasa indonesio para comunicarnos con ellos y hasta nos planteamos comprar un machete para defendernos de las hostilidades que encontramos.
Seguimos el viaje y recibimos la hospitalidad de los monjes budistas en monasterios de las montañas de Myanmar.
Vivimos durante 2 meses en un coche familiar durmiendo en un colchón e impregnándose de la naturaleza virgen de Nueva Zelanda y realizando varías travesías a pie, en kayak y en canoa.
Recorrimos la Ruta 40 y la Carretera Austral de la Patagonia Argentina y Chilena haciendo autoestop y disfrutando de la infinita hospitalidad de su gente.
Nos embarcamos en una travesía de 12 días a pie en autosuficiencia a más de 4.000 m de altitud y con noches a temperaturas inferiores a los -10ºC por la remota cordillera peruana de Huayhuash
A medida que pasaba el viaje lo que buscábamos no era añadir cosas sino el placer y la profundidad de “quitar cosas”.
Y la selva de la Alta Amazonía ecuatoriana supo dárnoslo.
Convivimos con una comunidad indígena Achuar aislada durante más de un mes y medio en la experiencia que fue la más pura, intensa y salvaje del viaje.
Un mes y medio sin electricidad, agua corriente, coches, dinero, teléfonos, WiFi…
Ahí descubrimos que todas esas comodidades tienen un precio y problemas asociados que normalmente no vemos. Y liberarse de ello fue revelador. Nos dio perspectiva.
Nos integramos con ellos y forjamos un vínculo inquebrantable llegando a ser profesores de su escuela y musicamos con la guitarra la campaña electoral de un político pro-indígena.
Una forma de vida ancestral en la que participamos en sus ceremonias, formamos parte de su vida comunitaria (despejando sus caminos a machete por ejemplo) y comimos lo que se cazaba (mono, tapir, tortuga, larvas…) perdiendo varios kilos pero ganando grandes amigos que cambiaron la visión del mundo y de nuestra vida para siempre.
Cuando salimos en ruta pensamos que íbamos a dar la vuelta al mundo pero finalmente fue el mundo que nos dio la vuelta a nosotros.
Ahora sentimos que ese gran viaje nos ha cambiado tanto… que por fin nos reconocemos.
Ha supuesto un vuelco tan importante en nuestras vidas que ya no concibimos la vida sin viaje.
2 años en ruta nos hizo replantearnos la escala de valores y ser conscientes que queríamos aprovechar bien el mayor tesoro que tenemos: el tiempo. Invertirlo en algo que nos haga felices y que haga felices a los demás.
Por eso ahora nos dedicamos a mostrar el mundo a otra gente organizando expediciones en grupo y asesorando a otros viajeros que quieren vivir aventuras y descubrir este mundo inabarcable a través de nuestro proyecto “Montañeros Viajeros” (montanerosviajeros.com).
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