Un tímido rayo de luz se cuela bajo tu toldo y oyes a lo lejos el eco de una gaviota.
Tus pensamientos empiezan a desperezarse y casi puedes oírlos en los silencios que hay entre ola y ola.
Sí. No hace falta que te pellizques. Es verdad.
Hoy has dormido en una cala virgen y tienes el mar a tus pies (literalmente), un toldo lleno de humedad y una sonrisa que casi te llega a la nuca.
Recuerdas vagamente lo que estabas soñando antes de despertarte y con una sonrisa te das cuenta que la realidad, a veces, es mucho mejor que los sueños.
Lo siguiente que haces es levantarte e ir a darte un baño. Desnudo y sólo en este mar transparente.
Pisas la orilla y algún pececillo se acerca con curiosidad a tus pies y trata de alimentarse con la arenilla que has levantado.
Te quedas un rato embobado mirándolo. Vuelves a sonreír y entras en el agua despacio.
Sin prisa.
Aguantas tu respiración, sumerges tu cabeza y oyes los ruidos que hay debajo del mar.
De repente, lejos de la cobertura telefónica, casi sin batería en el móvil y sin llaves de casa – porque tu casa es donde tú quieres que sea: una cala o una cueva – te das cuentas que cada instante es importante y dejas que fluya la energía del lugar.
Notas el calor del sol, cada vez más alto, en tu piel. Aún es pronto y es un calor agradable. Un calor que no quema y te abraza.
Tienes salitre en tu piel pero eso hace días que dejó de importarte.
Desayunas en la orilla, encima de una roca y decides entrar al agua a hacer snorkel.
Aún no ha llegado la gente ni los barcos han removido el agua.
Esto es un tesoro.
Los peces están confiados y consigues ver un calamarcito que sorprendido, decide bajar al fondo y enterrarse en la arena asomando sus ojos.
Un lenguado barriendo el fondo de arena.
Una morena con la boca abierta que parece querer decirte algo y hasta te cruzas con una medusa despistada y la encuentras guapa.
Te quedas hipnotizado mirando su baile. La saludas, la esquivas suavemente y sigues buceando.
Sales del agua y te estiras en la arena disfrutando ese lapso de tiempo en el que sientes un poco de frío y disfrutas cada rayo de sol.
Llevas todas las pocas cosas que necesitas en un bote estanco pero tú eres más permeable que nunca a todo lo que te rodea.
Ya no buscas mensajes en las botellas porque ya tienes todo lo que necesitas y te basta con oír lo que te susurra la brisa al oído.
Al rato decides subir a tu kayak y te marchas a seguir tu ruta – siempre a la derecha – sintiéndote un poco pirata.
Un pirata libre, un poco loco y feliz que ya ha encontrado su tesoro.
Esto que acabas de leer lo he escrito de un tirón nada más llegar de esta aventura.
BOOM. Sin coger carrerilla y con una sonrisa en el alma.
Necesitaba “guardarlo” y compartirlo contigo. Como si así pudiera alargar este intenso sabor de boca.
Qué fácil fluyen las palabras cuando has dejado espacio en tu cabeza. Lejos de todo este ruido.
Las frases se deslizan por el teclado mientras revives tantas emociones. Es fácil inspirarse cuando escribes sobre cosas que te inspiran. Parece lógico, ¿no?
Lo más valioso de una experiencia así son las sensaciones. Y aunque creo que hay palabras que valen más que 1.000 imágenes y sensaciones que no caben en una imagen, vamos a intentarlo de nuevo.
Ahora con imágenes…
Un tímido rayo de luz se cuela bajo tu toldo y oyes a lo lejos el eco de una gaviota.
Tus pensamientos empiezan a desperezarse y casi puedes oírlos en los silencios que hay entre ola y ola.
Sí. No hace falta que te pellizques. Es verdad.
Hoy has dormido en una cala virgen y tienes el mar a tus pies (literalmente), un toldo lleno de humedad y una sonrisa que casi te llega a la nuca.
Recuerdas vagamente lo que estabas soñando antes de despertarte y con una sonrisa te das cuenta que la realidad, a veces, es mucho mejor que los sueños.
Lo siguiente que haces es levantarte e ir a darte un baño.
Desnudo y sólo en este mar transparente.
Pisas la orilla y algún pececillo se acerca con curiosidad a tus pies y trata de alimentarse con la arenilla que has levantado.
Te quedas un rato embobado mirándolo. Vuelves a sonreír y entras en el agua despacio. Sin prisa, aguantas tu respiración, sumerges tu cabeza y oyes los ruidos que hay debajo del mar.
De repente, lejos de la cobertura telefónica, casi sin batería en el móvil y sin llaves de casa – porque tu casa es donde tú quieres que sea: una cala o una cueva – te das cuentas que cada instante es importante y dejas que fluya la energía del lugar.
Notas el calor del sol, cada vez más alto, en tu piel. Aún es pronto y es un calor agradable. Un calor que no quema y te abraza.
Tienes salitre en tu piel pero eso hace días que dejó de importarte.
Desayunas en la orilla, encima de una roca y decides entrar al agua a hacer snorkel.
Aún no ha llegado la gente ni los barcos han removido el agua.
Esto es un tesoro.
Los peces están confiados y consigues ver un calamarcito que sorprendido, decide bajar al fondo y enterrarse en la arena asomando sus ojos, un lenguado barriendo el fondo de arena, una morena con la boca abierta que parece querer decirte algo y hasta te cruzas con una medusa despistada y la encuentras guapa.
Te quedas hipnotizado mirando su baile. La saludas, la esquivas suavemente y sigues buceando.
Sales del agua y te estiras en la arena disfrutando ese lapso de tiempo en el que sientes un poco de frío y disfrutas cada rayo de sol.
Llevas todas las pocas cosas que necesitas en un bote estanco pero tú eres más permeable que nunca a todo lo que te rodea.
Ya no buscas mensajes en las botellas porque ya tienes todo lo que necesitas y te basta con oír lo que te susurra la brisa al oído.
Al rato decides subir a tu kayak y te marchas a seguir tu ruta – siempre a la derecha – sintiéndote un poco pirata.
Un pirata libre, un poco loco y feliz que ya ha encontrado su tesoro.
(¡No te pierdas este vídeo-resumen! Menorca y pirateo en estado puro.)
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Y tú, ¿has realizado alguna vez algo similar?
Si te ha gustado compártelo en tus redes sociales. Queremos más piratas locos y felices. ¡Salitre y libertad compañero! 😉
Begoña dice
Jajajaja, me habéis sacado una sonrisa con los momentos menos épicos 😉
Como siempre me ha encantado el post, me gusta mucho como lo relatáis y lo expresáis, y con las fotacas y los vídeos un completo chic@s, me he podido teletransportar allí…. piraaaatas!!
Lo cierto es que no he hecho nada similar (por el momento) de hecho nunca he subido a un kayak, apunto estuve de apuntarme a la vuelta a Ibiza este verano donde estaba como monitor Francisco (El Síndrome de la Mochila) pero al final no me iban bien las fechas, lo tengo pendiente a ver si el próximo año no se me escapa.
Aaaah! y no sé cuando podrá ser pero no os libráis de mí para que me llevéis a disfrutar de alguna aventurilla de estas vuestras…. adaptada a mi nivel claro, jejeje, 😉 😛
¡Gracias por compartir! Quiero más chic@s, sois un chutecillo de energy.
¡Viva la vida pirataaaa!
Abrazoteeee!
montanerosviajeros dice
¡¡¡Tus comentarios sí que son un “chute de energy”!!! Lo que expresas es justo lo que queríamos conseguir con este post así que estamos la mar (nunca mejor dicho) de felices. 🙂
Y por supuesto, no nos olvidamos de ti y queda pendiente una aventurilla contigo Begoña. 😉
¡1000 abrazos piratas!